Clara Peeters, una pintora valiente en un mundo de hombres
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No lo tenían nada fácil las mujeres que querían dedicarse en el siglo XVII a la pintura, un mundo reservado en exclusiva a los hombres. Les estaban vedadas las academias donde se aprendía el dibujo anatómico, porque los modelos posaban desnudos. De ahí que tuvieran que limitarse al bodegón y el retrato. Además, los aprendices solían vivir unos años en casa del maestro y no se hubiera visto con buenos ojos que lo hicieran las jóvenes pintoras. Las heroínas que lograron ser artistas, salvando todo tipo de prejuicios, eran, generalmente, hijas de pintores o aristócratas. Una de las pocas mujeres que pudieron dedicarse profesionalmente a la pintura en esta época, coetánea de Rubens, Van Dyck, Brueghel el Viejo y Snyders, fue Clara Peeters, que desde hoy tiene el honor de ser la primera mujer pintora a la que el Prado dedica una monográfica en sus casi 200 años de historia, adelantándose a Artemisia Gentileschi y Sofonisba Anguissola, las más reconocidas.
A los cuatro bodegones de Clara Peeters del Prado se han sumado otros once préstamos en una muestra realizada con el Museo Real de Bellas Artes de Amberes –ciudad donde ya se vio anteriormente–, en colaboración con el Gobierno de Flandes y el patrocinio de la Fundación AXA. Cuelgan en el Prado 15 de las 39 obras que se atribuyen a esta enigmática mujer, de cuya biografía apenas sabemos nada, pese al exhaustivo estudio llevado a cabo por Alejandro Vergara, jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Prado y comisario de la exposición. En él nos cuenta que nació entre 1588 y 1590, posiblemente en Amberes, donde desarrolló su exitosa carrera; que pintó para gente de alta alcurnia (entre sus clientes, el todopoderoso marqués de Leganés) y muy posiblemente contó con marchantes que exportaban sus trabajos. Los soportes de madera para seis de sus cuadros incluyen sellos que delatan su procedencia: Amberes. Su primer cuadro fechado es de 1607; el último, de 1621.
Para Miguel Zugaza, la exposición «es un plato muy apetecible, es muy suculenta su despensa». Alude el director del Prado a sus naturalezas muertas repletas de manjares. Pionera del bodegón, al que se dedicó en exclusiva, se le atribuye a esta pintora la primera naturaleza muerta con pescados. Explica Vergara que el pescado era parte importante en la dieta de la época. Peeters pinta peces de agua dulce (carpas, lucios). También alcachofas: procedentes de África, eran exóticas y consideradas afrodisíacas (las pinta Arcimboldo y Caravaggio tuvo una reyerta por culpa de unas cuantas). Y aves de caza, como Snyders. La cetrería, dice Vergara, estaba vinculada a la aristocracia: «Los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria aprobaron una ley que proclamaba el derecho exclusivo de la nobleza para la caza “piel con piel, pluma con pluma” (solo con perros y aves)».
El ensayo de Alejandro Vergara es un interesantísimo estudio de la cultura material de la época, siguiendo el rastro de los objetos que Clara Peeters pinta en sus cuadros. Objetos relacionados con el lujo, como copas y tazas de plata dorada, cristal veneciano, saleros de plata (la sal era un bien escaso y muy preciado)… También conchas, que se valoraban por «su belleza, sus extrañas formas, su brillo y textura y su origen exótico. Eran muy cotizadas». Como las porcelanas chinas. Había un intenso comercio en el siglo XVII. Felipe II reunió una colección de más de 3.000 piezas, la mayor de Europa.
En ocho de las pinturas de Clara Peeters aparecen autorretratos reflejados sutilmente en jarras y copas. En uno de ellos se autorretrata hasta siete veces paleta en mano. «Tiene ganas de mostrarse, de enseñarse, y lo hace discretamente», dice el comisario. Una forma de reafirmarse como pintora y como mujer y de mostrar su habilidad y maestría. Ya hicieron lo propio artistas como Van Eyck y Parmigianino. Clara Peeters estampó su nombre en al menos seis cuchillos de plata, presentes en sus bodegones. En la época, cuenta Vergara, era habitual que los invitados a una comida llevasen sus propios cuchillos (no se empleaban tenedores) y también solían incluirse entre los regalos de boda. Sobre su estilo subraya «su minuciosa descripción de formas y texturas, el elegante contraste entre objetos luminosos y fondos oscuros, sus fabulosas composiciones… Fue una pintora valiente, contra corriente, cuyas obras dan una sensación de mimo y cuidado».
En los 60, Wallace y Wilhelmina Holladay, unos coleccionistas norteamericanos, vieron las obras de Clara Peeters en el Prado. Al regresar a Washington buscaron información sobre ella y otras artistas. Apenas encontraron nada. Decidieron entonces crear el Museo Nacional de Mujeres Artistas para dar visibilidad a las pintoras. El Prado ha puesto su granito de arena con esta exposición.
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Régimen de acceso
El precio de la entrada individual general al museo es de 15 euros (reducida o gratuita, conforme a las condiciones habituales ya establecidas) y permite la visita a la colección permanente, la exposición «El arte de Clara Peeters» y a las exposiciones temporales coincidentes con su calendario de apertura.
De lunes a sábado de 18.00 a 20.00 horas, y domingos y festivos de 17.00 a 19.00 horas, todos los visitantes que quieran acceder a la exposición podrán beneficiarse de una reducción en el precio de la entrada individual que les corresponda, así los visitantes con tarifa general adquirirán una entrada reducida por importe de 7,50 euros y los colectivos con derecho a entrada reducida podrán adquirir la entrada con una reducción del 50%, es decir, a un precio de 3,75 euros.
El horario de visita a la exposición será de lunes a sábado, de 10.00 a 20.00h, y domingos o festivos, de 10.00 a 19.00h.
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Puntos de venta
- Taquillas: Venta de entradas individuales para el día y anticipadas. Venta anticipada online.
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