Prepararon una emboscada en las inmediaciones de Tablada, al sur de Sevilla, consiguiendo atraer a los vikingos, a los que también llamaban “normandos”, los cuales pensaban que su superioridad como guerreros y el miedo que habían infundido a la población bastaría para derrotar a cualquier ejército. Bajaron por el Guadalquivir y cuando descendieron de sus naves se vieron sorprendidos por el ejército musulmán, al mando de Ibn Rustum.
Mas de mil vikingos cayeron emboscados, sus naves quemadas y cuatrocientos cayeron prisioneros. Ibn Rustum ordenó decapitarlos y sus cabezas fueron clavadas en picas y plantadas para que toda la población supiese que el peligro había pasado, el enemigo estaba derrotado y las vejaciones vengadas.
Aprendida la lección del “peligro del norte”, las murallas de Sevilla fueron reforzadas mientras que la costa se pobló de atalayas y pequeñas fortalezas defensivas para vigilar el mar y posibles futuras invasiones, y el trabajo fue muy fructífero, pues los andalusíes lograron rechazar todas las invasiones vikingas que siguieron a ésta durante todo el siglo X.