Tres razones para explicar el retraso del mundo musulmán
La autoridad política y religiosa declaró cerrada en el siglo XI la puerta de la «interpretación del Corán según los tiempos», y ningún movimiento mayoritario ha sido capaz de abrirla
Los mensajes apocalípticos de la propaganda yihadista -que sueña con el advenimiento del califato universal- suelen citar la era dorada de Al Andalus como referente casi mítico de poder y progreso. ¿Qué ocurrió tras ese periodo -normalmente situado entre los siglos VIII y XI de la era cristiana- para que la civilización musulmana entrase en una etapa progresiva de hibernación y decadencia frente a Occidente?
Los historiadores han animado el debate con muchos argumentos. Tres suelen ser aceptados por consenso. El saqueo de Bagdad en 1258, que acabó con la dinastía abasí. La resistencia a adaptar la imprenta al idioma árabe, algo que no se produjo a gran escala hasta finales del siglo XIX. Y, en particular, el final abrupto y precoz de lo que se conoce como «ijtihad», la interpretación y adaptación del islam a los tiempos.
La caída del califato en Bagdad a mediados del siglo XIII, tras la brutal invasión de los mongoles, tuvo una importancia relativa; para entonces, el retraso y la decadencia de las ciencias y las letras musulmanas eran ya evidentes tanto en Oriente como en la península ibérica; además, como ha señalado John McHugo, existían otros centros de conocimiento e investigación que escaparon al furor destructivo de los mongoles.
El rechazo ante aquella innovación fue una resistencia al cambio por parte del islam, que tuvo en el fondo una raíz religiosa: la convicción impuesta por la elite mahometana de que el progreso de la humanidad comenzó y concluyó en el siglo VII, con Mahoma y el Corán. Algunos autores lo explican con la «teoría del retrovisor»: el conductor no se fija en el destino que tiene delante sino en el paisaje que dejó detrás.
El breve romance con la «ijtihad», el esfuerzo reflexivo realizado desde fuera del Corán y de su doctrina, acabó según muchos autores en el siglo XI, cuando la autoridad política y religiosa del mundo musulmán decretó «cerrada la puerta de la interpretación». Desde entonces todos los esfuerzos de adaptación del islam a los tiempos -a sus circunstancias cambiantes y a los descubrimientos- han sido minoritarios o heréticos.