El responsable del Archivo de Indias repasa retos como la digitalización documental y reflexiona sobre la forma en la que España ha contado la epopeya americana

 

Sobre la mesa de su despacho está extendido el «Tratado de Tordesillas». Emociona rozar la Historia, observar las firmas de los Reyes Católicos y de Juan II repartiéndose el mundo. Manuel Ravina (Cádiz, 1949) y director del Archivo de Indias, acaba de recibir al duque de Braganza, pretendiente al trono de Portugal, y ha desplegado los legajos que el Archivo de Indias guarda sobre la memoria lusa. Su vida son los archivos, el relato de la Historia en viejos documentos. Hoy es el funcionario más antiguo y el de mayor escalafón del cuerpo facultativo de archiveros de España.

 

Manuel Ravina. Fotografía: Rocío Ruiz

¿Cómo se trabaja entre millones de páginas que conforman ocho kilómetros de Historia? ¿Le queda capacidad de asombro ante esta casa de la memoria?

Totalmente. Se mantiene el asombro porque cada día descubro una maravilla nueva entre estos documentos. Pero por encima del asombro está la inmensa responsabilidad que tengo porque la principal obligación del archivero es conservar el patrimonio, que no se deteriore y pase en las mejores condiciones a los que vengan detrás de nosotros. Esto tiene que durar y dentro de quinientos años tendrán que existir estos documentos.

La gente cree que se empezó difundiendo los documentos a través de internet y no es verdad. La digitalización se empezó en 1987, cuando aún no existía internet. Al digitalizarlos la idea era efectivamente retirarlos del público, que se viera la imagen pero no el original y así evitar que se deterioren con la manipulación constante. Primero se estudió muy bien cuáles eran los documentos más consultados para iniciar por ahí la digitalización. Yo he visto en la Biblioteca Nacional de París a un investigador acompañado por un ordenanza que con unos guantes iba pasándole las páginas de un libro. Así es el cuidado que habría que tener a veces porque los investigadores pueden manchar el documento. Hay quien viene de desayunar y no se puede estar encima de la gente.

¿Y alguna vez han encontrado alguna marca de escritura u otro desperfecto?

Ya no ocurre eso porque ahora en las salas hay cámaras de televisión. Los investigadores han protestado algunas veces porque parece una falta de confianza, pero prefiero esa crítica de exceso de celo al riesgo de que se pueda perder o deteriorar un documento. Hoy día es muy difícil que alguien se lleve un documento o que lo estropee porque sólo se deja entrar en la sala con un folio y un lápiz. Y además hay que identificarse para pedir el legajo. Sin embargo, antes no había los sistemas de vigilancia de ahora, aunque no se puede bajar la guardia. Con que haya un 0,5 por ciento de riesgo hay que estar pendientes. Los militares dicen que en la confianza está el peligro.

El Archivo de Indias es además visitado por miles de turistas. ¿Se vigila como un museo?

Aquí el gran problema que hemos tenido es que en el escáner están constantemente apareciendo navajas. Sí, sí, es increíble. O sea, que la primera misión es la seguridad. Esto es un tesoro y tiene que perdurar. Fíjese, si tuviéramos que calcular el valor económico de lo que hay en el Archivo, que siempre sería infinitamente menor que el valor sentimental, moral o humano, sería de cientos de miles y miles de millones.

¿Puede citar la valoración económica de alguno de los documentos?

Pongo un ejemplo. En el mercado se tasó una carta de Colón que el propietario, la Casa de Alba, quiso vender. La cantidad fue de 21 millones de euros por una sola carta. Nosotros tenemos diecisiete.

El Archivo también ha sido fuente de riquezas para algunos. Me refiero a la información sobre naufragios que ha servido para expoliar tesoros hundidos. ¿Sigue ocurriendo?

Aquí hay 1500 expedientes de barcos hundidos. Conoce la historia de la «Mercedes» ¿verdad?

Sí, la fragata de la Armada española cuyo pecio expoliaron los cazatesoros de la empresa «Odyssey».

En efecto, España ganó el pleito precisamente por los documentos del Archivo de Indias. Los del «Odyssey» eran unos sinvergüenzas pero muy listos. Expoliaron cosas que no pudieran ser identificadas, como los cañones. Pero no se dieron cuenta de otros objetos como unas cucharillas que tenían grabadas las iniciales JC. España buscó la lista de embarque con el nombre de los pasajeros y de todas las mercancías y pertenencias de cada viajero. Y se confirmó que había un pasajero que llevaba un juego de cucharillas con las siglas JC. Y es que la Casa de Contratación gobernaba todos los barcos que iban a América, las personas y las mercancías tanto de la ida como la vuelta. Todo estaba controlado.

Ahora que menciona ese engranaje burocrático. Ese rasgo de modernidad de la administración española con las Indias no se ha difundido mucho y, sin embargo, fue una proeza.

El sistema organizativo de la administración era muy eficaz porque tenía varios controles. Aquí se llevaba rigurosamente el control de toda la carga. Los barcos traían mucho oro y plata de los cuales un quinto era del rey. Precisamente, y volviendo al caso de la «Mercedes», el gobierno alegó que el heredero eso era el Estado español. Porque hay que decir que intentaron hacer una asociación de descendientes de pasajeros de la «Mercedes», pero era un trabajo enorme y se entendió que el heredero era el Estado. El problema gordo ahora es el galeón «San José» que se hundió en Cartagena de Indias.

De hecho existe un problema diplomático con Colombia.

Sí, pero ¿y el caso del «Juncal»? El «Juncal» apareció en México. Aquí en el Archivo hubo un investigador que descubrió dónde se había hundido exactamente y publicó un libro con una universidad. Bueno, pues el gobierno mexicano secuestró el libro y fue a buscar el tesoro. Pero, claro, no tenía tecnología, no pudo encontrarlo y tuvo que volver a poner el libro en circulación. El problema es que esos barcos traían mucho oro y eso se sabe. Ramón Corzo cometió una vez la torpeza de decir que en la Bahía de Cádiz había más oro que en el Banco de España. No hay más que recordar el famoso tanguillo de Cádiz con los duros antiguos que aparecían en la playa. Pero, más allá de bromas, en Cádiz se ha dragado varias veces la bahía, pero el subsuelo marino se mueve y despista. Habría que tener medios tecnológicos y económicos como los del «Odyssey», por cierto.

¿Hay investigadores a sueldo de estas empresas cazatesoros?

Aquí pasó con una chica canadiense a la que la policía llamó a declarar porque estaba investigando para alguien así y ella no lo sabía. Claro, para los trabajos sucios hay que utilizar a gente limpia, que es lo que ocurrió con esta joven. Ahora hay mucho control. Incluso existe un sistema que hace saltar las alarmas cada vez que se investigan documentos de este tipo.

Con información frágil…

Es que todo eso es patrimonio español. Y España ha tenido muy poco cuidado. ¿Usted sabe la cantidad de patrimonio que ha salido de España? Los museos del mundo están llenos de piezas españolas.

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