SER Historia.- Las legiones Romanas perdidas
JESÚS CALLEJO, MADRID 11/11/2018
- “¡Varo, devuélveme mis legiones!” Esta frase quedó para la posteridad de la Historia de Roma, tras la derrota del Ejército romano en el bosque de Teotoburgo, donde el general al que alude César Augusto perdió nada menos que tres legiones (y sus correspondientes Águilas y enseñas) masacradas por los germanos de Arminio
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El historiador Suetonio contaba que el primer emperador de Roma sufría pesadillas en su vejez y gritaba esta frase por la noche entre sudores fríos. No podía creer que hubiera perdido la batalla y tres legiones casi sin dejar rastro.
Aquello ocurrió en el año 9 después de Cristo… pero no era la primera vez que un emperador romano se lamentaba de la pérdida de legionarios y de su emblema más sagrado: el estandarte con el águila.
A finales de la primavera del 53 a.C., un enorme ejército comandado por Publio Marco Licinio Craso, el hombre más rico y arrogante de Roma, triunviro junto a César y Pompeyo y gobernador de Siria en aquel año, se adentró en territorio parto dispuesto a lograr fama y gloria en los confines de Asia. Fue el 9 de junio cuando se encontró con el general parto Surena al frente de un contingente de caballería ligera y catafractos (caballería pesada) y ahí Craso demostró su incompetencia.
Aquel enfrentamiento se produjo en la desolada planicie de Carrhae (hoy Harrán, en Turquía), y se saldó con la más ignominiosa derrota de un ejército romano en Oriente. De los cerca de 40.000 efectivos que movilizó Craso, sólo volvieron a Siria unos 6.000 hombres. Unos 20.000 legionarios dejaron su sangre y vida en el desierto, así como Craso y su propio hijo, pero… ¿Qué sucedió con el resto?
La leyenda de la “legión perdida” ha sido motivo para argumentos de novelas y de películas. Sabemos por Plutarco y Tito Livio que no todos los prisioneros fueron esclavizados en las minas de Bactriana (hoy Afganistán), sino que una parte de ellos pudieron ser utilizados como tropas auxiliares en los confines del Imperio Parto, formando una primera línea de choque cerca del río Oxus ante la presión de los nómadas de las estepas, los hunos. Y con el tiempo fundaron una nueva ciudad en el territorio chino de Zhelaizhai, ya a las puertas del desierto del Gobi, a la que llamaron Li-jien (adaptación de la palabra legión, que era como los chinos conocían al fastuoso país que se extendía más allá de Alejandría, el Imperio Romano).