Elección de Aben Humeya como rey de los moriscos en la Rebelión de las Alpujarras, según un grabado de la novela 'Los Monfíes de las Alpujarras' (1859), de Manuel Fernández y González./SUR
EUGENIO CABEZAS
Domingo, 9 diciembre 2018

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El próximo 24 de diciembre se cumplirá el 450 aniversario del inicio de una de las guerras religiosas más cruentas e importantes de las acontecidas en Europa en el siglo XVI.

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La Conquista del Reino de Granada en 1492 por los Reyes Católicos no supuso, ni mucho menos, que los musulmanes desaparecieran de la península ibérica. Durante décadas continuaron viviendo entre los cristianos, con sus costumbres religiosas. Eran los llamados, primero, mudéjares, y posteriormente, moriscos. El próximo 24 de diciembre se cumplirá el 450 aniversario del inicio de una de las guerras religiosas más cruentas e importantes de las acontecidas en Europa en el siglo XVI, la de Las Alpujarras, un conflicto bélico que se saldó con la victoria del Ejército Español y que sentó las bases de la definitiva expulsión de la población musulmana de la península, entre 1609 y 1613, durante el reinado de Felipe III. 

La también llamada ‘Rebelión de Las Alpujarras’ se desarrolló entre 1568 y 1571, durante el reinado de Felipe II. La abundante población morisca del Reino de Granada se alzó en armas en protesta contra la Pragmática Sanción de 1567, que limitaba sus libertades culturales. Cuando el poder real consiguió vencer a los sublevados, se decidió deportar a los moriscos supervivientes a varios puntos del resto del territorio de la Corona de Castilla, cuya población morisca pasó de 20.000 a 100.000 personas. Por la gravedad y la intensidad de sus combates también se la conoce como la ‘Guerra de las Alpujarras’. El historiador Henry Kamen la ha calificado como «la guerra más salvaje de las que hubo en Europa en aquella centuria». Según cuentan las crónicas de la época, el monarca de la Casa de Austria quedó sobrecogido ante las masacres de sacerdotes llevadas a cabo por los rebeldes. Aparte de las muertes y de las expulsiones, miles de ellos fueron vendidos como esclavos dentro de España. Así, por ejemplo, sólo en Córdoba, en 1573, había más de 1.500 esclavos moriscos.

'Moriscos del reino de Granada, dando un paseo por el campo con mujeres y niños', un dibujo de Christoph Weiditz de 1529
‘Moriscos del reino de Granada, dando un paseo por el campo con mujeres y niños’, un dibujo de Christoph Weiditz de 1529 / SUR

En el momento de la rebelión, la población total del Reino de Granada apenas alcanzaba los 150.000 habitantes, la mayoría de ellos moriscos. La cifra exacta de los que se sublevaron no se conoce, pero se suelen dar por válidas las estimaciones de los embajadores del Reino de Francia o de la República de Génova en la corte de Madrid, que hablaban de 4.000 insurgentes en enero de 1569 y de 25.000 en la primavera de 1570, de los cuales unos cuatro mil serían turcos y berberiscos llegados desde el norte de África para apoyar la rebelión. Frente a ellos el ejército real contó, al principio, con 2.000 infantes y 200 caballeros al mando del Marqués de Mondéjar, aunque los efectivos aumentaron notablemente cuando Don Juan de Austria se hizo cargo de las operaciones, hasta el punto de que en el asedio de Galera dispuso de 12.000 hombres, mientras que el duque de Sessa comandaba en el mismo momento entre 8.000 y 10.000 hombres.

La rebelión se inició en la comarca granadina de Las Alpujarras y después se fue extendiendo al llano y a otras zonas montañosas periféricas, mientras que los moriscos de las ciudades y de las llanuras estrechamente relacionadas con ellas, como los de la capital granadina y su vega, o los de Almería, Málaga, Guadix, Baza o Motril, no se unieron al levantamiento aunque simpatizaran con él. El distinto comportamiento de las ciudades, según Antonio Domínguez Ortiz y Bernard Vincent, se explica por la mayor presencia de ‘cristianos viejos’ y la mayor integración de los moriscos en ellas. Sin embargo, en Las Alpujarras y en otras áreas donde prendió la rebelión, por el contrario, había pueblos en los que el único ‘cristiano viejo’ era el párroco.

La guerra tuvo varias fases, aunque uno de sus capítulos más cruentos fue el episodio bélico que tuvo lugar en el Fuerte de Frigiliana, donde se cobijaron los moriscos de la sierra de Bentomiz. Por aquellos años esta comarca natural, que está comprendida hoy en los límites territoriales de la Axarquía de Málaga, incluía únicamente los pueblos de Cómpeta, las dos Canillas, Torrox, Nerja, Daimalos, Arenas, Sedella, Salares, Algarrobo, Sayalonga y Corumbela, entre otros, además de la propia Frigiliana.

En el Barribarto de Frigiliana hay cerámicas con la historia de la Batalla del Peñón.
En el Barribarto de Frigiliana hay cerámicas con la historia de la Batalla del Peñón. / EUGENIO CABEZAS

Según explica el historiador local Pablo Rojo, los cálculos de los investigadores hablan de unas siete mil personas entre hombres, mujeres y niños, que se reunieron en el Peñón de Frigiliana a finales del mes de mayo de 1569 para plantar cara a las tropas castellanas. «La batalla, que tuvo lugar el 11 de junio de 1569, día de San Bernabé, se saldó con la derrota de los moriscos. De ellos se estima que murieron unas dos mil personas, y otras dos mil fueron hechas prisioneras, dentro del bando de los musulmanes, mientras que las bajas entre los cristianos ascendieron a varios centenares, convirtiéndose en una de las mayores matanzas de toda la Guerra de Las Alpujarras», explica Rojo.

Según detalla este investigador de Frigiliana, abogado de profesión, a consecuencia del enfrentamiento bélico, «el capital humano de estos pueblos quedó seriamente afectado». «Los moriscos supervivientes, junto con los del resto del Reino de Granada, fueron llevados al interior de la península, pocos años más tarde para evitar nuevas revueltas», sostiene. Allí permanecieron hasta que entre 1609 y 1613 se produjo la expulsión definitiva de los moriscos españoles por orden del rey Felipe III.

Vista del casco urbano de Frigiliana, con el Peñón del Fuerte al fondo.
Vista del casco urbano de Frigiliana, con el Peñón del Fuerte al fondo. / EUGENIO CABEZAS

Desde la Asociación Taha de Frigiliana, de la que forma parte Pablo Rojo, están preparando una serie de actos para conmemorar esta efeméride, el próximo mes de junio de 2019, «recordando aquellos hechos que marcaron para siempre la historia de este territorio con diversas actividades». A finales del pasado mes de noviembre, este investigador, junto a otros malagueños, participaron en un Congreso Internacional en conmemoración del 450 aniversario de la rebelión de Las Alpujarras, titulado ‘Recordar la Guerra, Construir la Paz’, que tuvo lugar en las localidades de Bubión (Granada) y Láujar de Andarax, en Almería.

La cita contó con historiadores de gran prestigio en este periodo, como Manuel Barrios Aguilera o Bernard Vincent. El profesor de Historia sayalonguino Valentín Fernández habló de las rutas moriscas de la Axarquía, dentro de la mesa ‘Patrimonio Histórico-Cultural y Turismo. Itinerarios Culturales’, especialmente dedicándose a la población de Daimalos. En el mismo apartado, el nerjeño Juan Manuel Cid, en representación de la fundación ‘El Legado Andalusí’, trató el tema de las rutas turístico culturales en torno al patrimonio turístico de Túnez.

Degüello de cristianos en Cadiar, según un grabado de la novela 'Los Monfíes de las Alpujarras' (1859), de Manuel Fernández y González.
Degüello de cristianos en Cadiar, según un grabado de la novela ‘Los Monfíes de las Alpujarras’ (1859), de Manuel Fernández y González. / SUR

Por su parte, Pablo Rojo presentó la comunicación ‘La Cabalgada de Frigiliana: Las milicias y tropas de Vélez-Málaga contra los moriscos de la Axarquía’, basada en un libro suyo publicado en 2012. Antonio Guzmán Valdivia, junto a su colaborador Mohamed Reda, expusieron una propuesta titulada ‘Los moriscos desde la otra orilla. Vida y perspectivas’. Por último, David Ortega habló de la herencia morisca en la agricultura de la Axarquía a finales del siglo XVI. La organización del congreso contó para la coordinación de una de las mesas de trabajo con la doctora en Historia nerjeña Pilar Pezzi, que es profesora de la Universidad de Málaga.

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