¿Quién talló a la Macarena? Muchos historiadores del arte, imagineros y restauradores han intentado dar respuesta a uno de los grandes enigmas de la ciudad. Hasta ahora siempre se había aplicado un criterio documental, histórico y estilístico. Sin embargo, nunca se había establecido como pauta científica la metodología forense de la fotometría. Juan Manuel Miñarro ha llevado a cabo una investigación siguiendo el mismo procedimiento que le ayudó a revelar el rostro del Hombre de la Síndone y del Sudario de Oviedo. Superponiendo capas, ha llegado a la conclusión de que la Virgen de la Esperanza es una talla reformada en el siglo XVII por Juan de Mesa, gracias a los grafismos que tiene en común con la imagen mariana por antonomasia del escultor: la Virgen de las Angustias de Córdoba.
Para formular esta hipótesis, Miñarro toma como referencia también las pautas tradicionales para las atribuciones de las imágenes. Primero, el criterio histórico: la Macarena se fundó en 1595 en el convento de San Basilio como una hermandad de gloria que rendía culto a la Virgen de la Expectación. «Esa Virgen desapareció del mapa justo cuando la hermandad decidió convertirse en cofradía de penitencia a principios de la década de los años 20 del siglo XVII y, al cabo de un año y medio, apareció una Virgen vestida de luto, ya dolorosa», afirma Miñarro a ABC. Esta teoría, apoyada en la del historiador Hilario Arenas, se refuerza con la opinión del conservador de la Macarena, Francisco Arquillo, que data la imagen en la primera mitad del XVII. Y, en aquellos años, el escultor que más trabajó para las cofradías fue Juan de Mesa, el «imaginero del dolor», según lo califica Miñarro, que añade que «tenía el taller cerca de San Basilio» y que, paradójicamente, uno de los hermanos mayores que tuvo la cofradía en aquella época era de Córdoba.
El método de la fotometría
Tomando esta premisa, el profesor comenzó el proceso de búsqueda de los grafismos en comparación con imágenes tanto de Mesa como de Roldán, Cristóbal Pérez, Hita del Castillo, La Roldana y Ruiz Gijón, a quienes se ha asociado la imagen. Para ello, aplicó el «método del conocedor» que enunció en el siglo XIX Giovanni Morelli, adoptado por la Historia del Arte a semejanza de otras ciencias como la anatomía forense, basado tanto en la taxonomía como en el análisis meticuloso del objeto. Y así, la fotometría fue descartando similitudes estilísticas con imágenes como la Amargura, el Valle, la Victoria, la Estrella e incluso la Piedad de la Mortaja, con quien guardaría más relación que con el resto pero cuyos rasgos no tienen un trazo similar.
Sin embargo, al superponer fotos de la Macarena y de las Angustias de Córdoba, el método reveló que los grafismos del rostro son similares. «El índice de coincidencia ha resultado el más elevado de todas las pruebas realizadas», señala en el estudio. «Las depresiones marcadas sobre las cejas por la contracción del músculo superciliar es un detalle peculiar en sus imágenes dolientes, como se aprecia en ambas imágenes, así como en otras como el Gran Poder, el Cristo del Amor o el de la Buena Muerte», señala Miñarro, que continúa con los rasgos idénticos: el entrecejo fruncido, el puente nasal amplio, los lagrimales, los pellizcos de las comisuras de los labios, el tabique nasal corto, el «arco del amor» (espacio entre la nariz y el labio) amplio. Otro de los grafismos comunes entre ambas es la colocación de los dientes: son piezas individuales, de marfil o de hueso, una característica muy común de Juan de Mesa.
Donde ambas imágenes se distancian es en el cuello, el resto de la cabeza y las orejas. Las tallas femeninas y de niños del escultor cordobés tienen la característica de que, en el cuello, presentan un pliegue cutáneo. Esa peculiaridad puede apreciarse tanto en la Virgen de las Angustias como en la de la Encarnación de la Cena, así como en el San Juanito de la Facultad de Bellas Artes. No ocurre con las esculturas masculinas ya que Juan de Mesa, en su amplio conocimiento de la anatomía humana, sabía que los hombres desarrollan en esa zona la nuez.
La Macarena no tiene el pliegue cutáneo, ni el cuello alargado, ni el triángulo supraclavicular marcado, ni la horquilla esternal acentuada, ni los músculos esternocleidomastoideos no marcados en sus imágenes femeninas, ni las cabezas de las clavículas prominentes. «La Virgen de la Esperanza es un 70% de Juan de Mesa y el resto de la cabeza corresponde a la imagen original», asegura Miñarro, que ve claro que hay «dos manos». De ahí que el rostro de la Macarena sea asimétrico: «Ríe y llora, de gloria a dolorosa. Si tú retallas algo es imposible que todo sea simétrico porque abrir una boca es muy difícil en escultura, ya que te quedas sin labio».
Juan Manuel Miñarro señala que «Juan de Mesa no es el autor original de la obra, pero sí tal vez el ejecutor de una modificación que tuvo que ser tan completa que incluso tuvo que dejar la talla en madera vista, retallarle el rostro, de nuevo darle aparejo y policromar». Y continúa: «Por ello, Arquillo manifiesta que todo lo que hay presente en la imagen es original y tiene unicidad material completa». Esta práctica de dejar una imagen en madera vista para después transformarla fue muy habitual durante siglos, aunque hoy es discutible y censurable.
Para acreditar la hechura de Mesa, Miñarro afirma que sería necesario hacer un análisis en profundidad a la imagen con última tecnología. Y, si se confirma la hipótesis, la Macarena y el Gran Poder serían obras del mismo «padre».