Como decía Virgina Satir: “No podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos”. Y sin embargo, la mujer a lo largo de la historia ha estado definida por esa percepción limitada al y por el género masculino. Un peso poco desarrollado en los estudios históricos, pero que en el caso de la cultura ibera fue y es bien distinto. Se podría decir que gracias a ellas, a las damas de Elche y Baza, empezó todo.

Y de estas dos damas tan importantes, la Dama de Baza destaca sobremanera porque ha sido hallada en un contexto arqueológico determinado y documentado científicamente, siendo esencial este hecho para el devenir de una cultura que pudo comprenderse mejor a partir de este hallazgo y sus posteriores análisis.

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Detalle de la Dama de Baza. Pajarillo azul. Foto: Ángel Martínez Levas. Archivo CERES. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Esta dama se localizó en el conjunto arqueológico de Basti (BIC desde 2003), que se corresponde con la ubicación del antiguo asentamiento ibero y romano mencionado en las fuentes greco-latinas. Ocupa una superficie de unas 135 Ha donde se localiza el oppidum ibero, que luego se convierte en civitas stipendaria, posteriormente en monasterio visigodo y, ya en el siglo XIV, en atalaya nazarí (cerro Cepero). Además incluye dos necrópolis de incineración (cerro del Santuario y las Viñas), una necrópolis iberorromana (cerro Largo), un santuario ibérico y un pequeño hábitat tardoantiguo además de diferentes asentamientos medievales (ADROHER et al., 2013).

Al igual que la mayoría de los grandes yacimientos de época ibera de la zona, a lo largo del siglo XX ha sufrido diferentes intervenciones. Y decimos ha sufrido porque las intervenciones de las primeras décadas de la centuria pasada dejaban mucho que desear en cuanto a información contextual y arqueológica fiable. Aun así, la fortuna estaba aliada con esta sitio, ya que fue por el verano de 1971, durante las excavaciones en la tumba 155 dirigidas por F. Presedo, cuando se realizó el hallazgo (PRESEDO, 1982).

No vamos a descubrir ahora uno de los elementos más llamativos de la cultura ibera, ni entrar en descripciones sobre la escultura ni sobre los rasgos artísticos que la definen. En este artículo vamos a profundizar en el análisis de su ajuar, que ha arrojado luz sobre la compleja organización social ibera y del importante papel que tienen las mujeres en ella.

Fue durante la excavación dirigida por F. Presedo en 1971 cuando se produjo el hallazgo en la tumba 155 de la necrópolis de Basti.

La necrópolis de Basti es un espacio funerario clásico del siglo IV a.n.e., que permite avanzar en el discurso de la jerarquía social a través de la lectura de la muerte. En ella se muestra, como en pocos sitios, la estructura de un linaje gentilicio clientelar mediante el análisis del tipo de tumba, ajuar y su disposición en la necrópolis. La asociación del tamaño y el sistema constructivo de la tumba, la cantidad y calidad del ajuar y la disposición en el espacio funerario respecto a los demás resultan muy clarificadores. Se han establecido cinco niveles o grupos sociales desarrollados en círculos concéntricos, cuyo eje central son las tumbas 155 (tumba de la dama de Baza) y 176. Su tamaño, dificultad de construcción, diversidad cualitativa del ajuar y una cierta lejanía en relación al resto son hechos diferenciadores. Todo ello queda además corroborado porque según la lectura estratigráfica de la tumba 155, esta es el punto de arranque de la necrópolis (MOLINOS y RUIZ, 2010).

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Vista aérea de la necrópolis de Basti. ADROHER et al, 2013. 

Esta estructura en cinco niveles representa un grupo gentilicio-clientelar prototípico de la sociedad ibera. En el cual se manifiestan la jerarquía de las armas, la desigualdad en la riqueza de ajuar -sobre todo, representado en la cerámica de importación- y el distanciamiento-proximidad entre los grupos. Los dos primeros niveles corresponden a la propia jerarquía del estamento aristocrático (que organizaba el espacio funerario alrededor de ellos), mientras que los dos últimos niveles eran los clientes (MOLINOS y RUIZ, 2010). Dentro de estos niveles, el tercero muestra un aspecto llamativo: la ausencia de armas respecto a los niveles aristocráticos. Este hecho viene a indicarnos una desvinculación de los dos grupos predecesores que tendrían la guerra y la presencia de armas como aspectos definitorios. Al igual pasa con los grupos denominados clientelares, cuya diferencia de uno y otro radica casi exclusivamente en la relación espacial (MOLINOS y RUIZ, 2010).

La necrópolis de Basti es un espacio funerario clásico del siglo IV a.n.e., que permite avanzar en el discurso de la jerarquía social a través de la lectura de la muerte. Presenta tumbas de cinco grupos sociales que representan un grupo gentilicio-clientelar prototípico de la sociedad ibera. 

Una vez más, la muerte nos ofrece cómo es el panorama de los vivos, con una exhaustividad casi determinante para establecer lecturas históricas fiables. Y dentro de esta lectura de la muerte, la dama de Baza encarna un papel principal poniendo el foco en la arqueología de género y en el estudio de la mujer dentro de una sociedad que contaba con ellas, a pesar de que la propia historia ha querido ocultarlas.

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Esquema de estructura de la necrópolis de Baza.
MOLINOS y RUIZ, 2010.

Una de las cuestiones más trabajadas en los últimos análisis funerarios iberos ha sido poder establecer las diferencias de clase y de sexo, y dentro de estos últimos, ofrecer una imagen real de la presencia y papel de la mujer en la sociedad, fuera de lo que es el ámbito doméstico. A través del ritual funerario, la identidad de la mujer queda más definida si cabe que en los espacios de hábitat, ya que deben hacerse una serie de acciones que tienen un reflejo muy claro en el registro arqueológico.

Las tumbas femeninas quedan claramente diferenciadas de las masculinas por elementos muebles tales como fusayolas, tensadores, plaquitas de hueso o agujas (RÍSQUEZ y GARCÍA, 2012). Una delimitación o definición que queda más o menos clara, pero que se diluye en las tumbas principescas o de mayor rango, sobre todo, en las que tanto individuo femenino como masculino comparten tumba. Este hecho se debe a que prevalece la diferenciación de estatus sobre la de sexo, estableciéndose como básico una presencia mayor de cerámica ática o de importación frente a la marginalidad de elementos femeninos.

Una de las cuestiones más trabajadas en los últimos análisis funerarios iberos ha sido poder establecer las diferencias de clase y de sexo, y dentro de estos últimos, ofrecer una imagen real de la presencia y papel de la mujer en la sociedad, fuera de lo que es el ámbito doméstico.

El caso de la tumba 155, que albergó la Dama de Baza, es muy singular. Junto a ella apareció un rico ajuar, compuesto por broches de cinturón, aros de bronce, fíbulas, fusayolas (pesas de telar) y un excepcional conjunto cerámico, totalmente personalizado con motivos vegetales y ricas policromías. También aparecieron un elevado número de armas, todas ellas inutilizadas siguiendo el ritual ibérico de cremación.

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Ajuar de la tumba 155 de Basti, en la que apareció la Dama de Baza

Fue esta presencia de armamento lo que llevó a pensar en la existencia de un personaje masculino, un guerrero, que fue enterrado, rodeado de honores, junto a una estatua dedicada a la Diosa Madre. Sin embargo, los avances en las técnicas arqueométricas y de análisis -más profundos y comparativos- permitieron conocer más sobre la propiedad de la tumba. Se estudiaron los elementos de ajuar asociados a ella y se analizó el hueco usado para las cenizas, lo que permitió confirmar un uso similar en la Dama de Elche. Pero fue el estudio de los huesos el que significó un antes y un después en la interpretación arqueológica asociada al mundo de la muerte y el género: el análisis antropológico mostró que los restos pertenecían a una mujer (y no a un guerrero masculino), en torno a unos treinta años (CHAPA y IZQUIERDO 2011).

El análisis antropológico mostró que los restos pertenecían a una mujer (y no a un guerrero masculino), en torno a unos treinta años.

La estatua de la dama de Baza se entiende, por tanto, como reflejo de una mujer perteneciente a la elite de la sociedad, inmersa dentro de una política de relaciones gentilicias de carácter clientelar que, al morir, fue enterrada con todos los símbolos de honor propios de su clase y que en vida debió tener influencia sobre el resto de la población. Incluso podría estar relacionada, posiblemente, con el culto a la diosa madre propio de los pueblos íberos (CHAPA y IZQUIERDO 2011).

Bibliografía
ADROHER, A.; CABALLERO, A. y SALVADOR, J.A. (2013): “Una historia de las investigaciones en Basti (Baza, Granada).” En Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, 23. Páginas 265-291.
CHAPA, T. e IZQUIERDO, M.I. (2011): “La Dama de Baza en la historia de la investigación de la Cultura Ibérica”. En Arqueología y género: mujer y espacio sagrado: haciendo visibles a las mujeres en los lugares de culto de la época ibérica, 68-87. Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad.
PRESEDO, F. (1982): “La Necrópolis de Baza”. En Excavaciones Arqueológicas en España, 119 Madrid.
RÍSQUEZ, C. Y GARCÍA, M.A. (2012): “Identidades de género y prácticas sociales en el registro funerario ibérico. La necrópolis de El Cigarralejo.” En PRADOS, L. (Ed.) La arqueología funeraria desde una perspectiva de género. Colección estudios Universidad Autónoma de Madrid, 145. Páginas 257-276.
MOLINOS, M y RUIZ, A. (2010): Del Hipogeo de Hornos a la Cámara de Toya”. En RODERO, A. y BARRIL, M. (Eds.) Viejos yacimientos, nuevas aportaciones. Ministerio de Cultura y Museo Arqueológico Nacional.

Autor

Manu Torres, arqueólogo y gerente del Centro de Interpretación de las Tumbas Principescas de Toya y Hornos.

Capítulo 1 – El Valle de la Muerte: cuando la muerte habla de vida

Capítulo 2 – Cámara de Toya. El esplendor de la cultura ibérica

Capítulo 3 – Castellones de Ceal. Colonizados y colonizadores

Capítulo 4 – Tutugi: el hogar de una diosa